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Las Antillas, esas pequeñas infancias del planeta. Uno va de isla en isla saltando del creole al inglés, del francés al español, al holandés y al papiamento, cruza de la lluvia al sol, del sol al huracán, del mar a la selva, de la selva al volcán, del volcán al cielo.
Todo es móvil, inestable, vertiginoso y esplendente en los archipiélagos. Pero hay también las oscuras injurias sociales: las colonias parásitas, la llaga de Guantánamo en Cuba, el vasallaje impuesto a Puerto Rico o la miseria de Haití. Y también los dioses imperiales y los dioses desterrados de África, náufragos en las islas. Con esos ritmos y esos claroscuros hice este libro. (Leopoldo Castilla)
Las Antillas, esas pequeñas infancias del planeta. Uno va de isla en isla saltando del creole al inglés, del francés al español, al holandés y al papiamento, cruza de la lluvia al sol, del sol al huracán, del mar a la selva, de la selva al volcán, del volcán al cielo.
Todo es móvil, inestable, vertiginoso y esplendente en los archipiélagos. Pero hay también las oscuras injurias sociales: las colonias parásitas, la llaga de Guantánamo en Cuba, el vasallaje impuesto a Puerto Rico o la miseria de Haití. Y también los dioses imperiales y los dioses desterrados de África, náufragos en las islas. Con esos ritmos y esos claroscuros hice este libro. (Leopoldo Castilla)