La percepción corrosiva de Andrés Navarro en estos poemas, mapea un territorio por donde desfilan frikis. Un lugar que se ajusta con exactitud a la ridiculez de la pobre poesía y sus caretajes místicos, a la espectralidad que conecta y sacrifica las caras, a lo que revelan las sombras sobre uno mismo, a lo que se rebela contra uno en el cuerpo enfermo y, finalmente, a la parálisis. En este libro la poesía hinca fuerte el pie para marcar un ritmo andariego, pisoteador y decidido. Ese ritmo que pisa y transforma es capaz de hallar tesoros en la continuidad del espanto. (Juan Manuel Díaz Pas)
La percepción corrosiva de Andrés Navarro en estos poemas, mapea un territorio por donde desfilan frikis. Un lugar que se ajusta con exactitud a la ridiculez de la pobre poesía y sus caretajes místicos, a la espectralidad que conecta y sacrifica las caras, a lo que revelan las sombras sobre uno mismo, a lo que se rebela contra uno en el cuerpo enfermo y, finalmente, a la parálisis. En este libro la poesía hinca fuerte el pie para marcar un ritmo andariego, pisoteador y decidido. Ese ritmo que pisa y transforma es capaz de hallar tesoros en la continuidad del espanto. (Juan Manuel Díaz Pas)